viernes, 27 de enero de 2012

Inspiración (VII) - Atando cabos

No he sido capaz de pegar ojo desde que me acosté. Ha ayudado el hecho de que cuando me dejé caer en la cama ya había amanecido y el sol se filtra por la persiana, pero tenía demasiadas cosas en las que pensar como para poder dormir. Me arreglo un poco, bajo corriendo las escaleras hacia el portal, y salgo a la calle. ¿Qué ocurre? El cielo está nublado por primera vez, y las nubes tienen un color gris oscuro que no augura nada bueno. No importa, va a abrirse la entrada del palacio. Va a salir, ¿será la misma de anoche o por el contrario, el mismo espíritu sin vida de las seis semanas anteriores? Para mi desgracia, continúa sin vida. Comienza a hacer el mismo recorrido de siempre. Quizá su visita de ayer fue tan solo producto de mi imaginación. No, su abrazo era cálido, real. Aun no me entra en la cabeza que esté encerrado aquí a raíz de un accidente. Pero si realmente ella ha entrado aquí y ha salido, yo también debo ser capaz. Comienza a llover. Y a diferencia de mi baño en la playa, esta vez sí que noto que mi ropa se humedece, y que el agua empapa mi cuerpo. No suelo acostumbrar a quedarme bajo la lluvia, pero realmente me apetece. Paseo la Gran Avenida en dirección contraria al palacio. Necesito pensar. Tras un cuarto de hora amaina el chaparrón. Continúo andando. Para cuando me doy cuenta, han pasado tres horas y he avanzado hasta perder de vista la zona conocida de Inspiración.

Nunca había estado tan lejos. Antes la ciudad se repetía a partir de cierto punto, como un bucle. Pero ya no era así. Nuevos edificios y calles habían aparecido sin darme cuenta. Pero en el fondo sentía como si ya los hubiera visto antes. Tras un rato pensando, descubrí que todo lo que yo llamaba nuevo existía en realidad. En mi ciudad. La verdadera, fuera de mi mente. Y ahora formaba parte de Inspiración. Quizá pudiese encontrar el lugar donde ocurrió el accidente. Trataré de ir con Mónica allí. Pero antes tengo que conseguir que vuelva a la ciudad como sea. Vuelvo sobre mis pasos, de nuevo hacia la playa, el palacio, mi piso. Debería comer algo, pues llevo seis semanas sin probar bocado, pero no he tenido en ningún momento hambre. Supongo que el suero estará ayudándome a subsistir en el hospital. El paseo al final me ha durado casi seis horas, pero no tengo cansadas las piernas. Moverme por mi mente es más cómodo de lo que pensé en un principio. He tenido tiempo de pensar en el abrazo, la conversación posterior, estar a punto de ver amanecer juntos. Esta historia no puede acabar ahí. Además, aun tiene que contestarme a la pregunta que le hice sobre si me ayudaría a salir de Inspiración. Espero que con el atardecer ocurra lo mismo que ayer. Es cuestión de esperar. Total, prisa no tengo ninguna.

No hay comentarios:

Publicar un comentario