domingo, 22 de enero de 2012

Inspiración (II) - Un nuevo día

Por fin ha amanecido. Con fuerzas renovadas, me dispongo a salir de mi habitación tras arreglarme un poco y echar un vistazo de nuevo al mundo que me rodea. Todo igual, todo sigue siendo frío, la ciudad continúa vacía, el aire no se deja respirar. Pero es igual, lo que me rodee es trivial en este momento. Sólo me preocupa si ella seguirá aquí. Camino rápidamente por la calle que me lleva al Palacio Supremo, un lugar solo digno de las personas más ricas e importantes, teñido de un blanco puro, con torres que cuesta encuadrar de un solo vistazo, y una impresionante entrada, aunque sin nadie que lo proteja. Pero Ella se lo merece. Y quedan solo diez minutos para su hora de salir a pasear, debo darme prisa, la Gran Avenida no es precisamente corta. Quizá debería plantearme irme a vivir más cerca del palacio si pretendo continuar con mi plan, empieza a cansarme hacer esta ruta.

A 20 metros de la entrada veo que ésta comienza a abrirse. Recorro esa distancia a toda velocidad. Se abre del todo el portón. Y allí, detrás de esa inmensa cantidad de gruesa madera, está Ella. Tan preciosa como siempre. De tez pálida, cabello oscuro y largo, grandes ojos verdes que gracias a sus facciones destacan más de lo normal, pero la misma expresión perdida de siempre. Viste ése vestido blanco que tanto me encantaba, pero que empieza a aburrirme. Con la de tiendas que hay en la ciudad, y nunca ha sido capaz de entrar en ninguna. Yo tampoco, pero tengo una ocupación mucho más importante.

Y es que necesito hablar con ella. Hoy tiene que ser el día. Después de seis semanas no puedo quedarme mucho más tiempo, pero antes de irme tengo que cumplir mi objetivo. Me arreglo un poco el pelo y la ropa, todo tiene que ser perfecto. Estoy a unos pocos metros de ella. Se me acelera el corazón. Voy a lograrlo. Hoy es el día. Consigo a pesar de decirlo con voz ahogada, sacar un “hola” de mi boca. No hay respuesta. Vuelvo a decirlo, esta vez un poco más firme y alto. Nada. No puede ser. No se puede repetir lo mismo que me ha pasado durante mes y medio. No doy crédito a lo que está ocurriendo. Me cruzo en su camino. Pasa por mi lado. Algo más contundente, pienso, pero sin hacerle el más mínimo daño ni asustarla. Vuelvo a ponerme en su camino, pero cuando va a rodearme de nuevo, sujeto sus hombros con mis manos. Está helada. Es igual, hará frío en el castillo, pienso. Se para. ¡Voy a lograrlo! ¡Me está mirando! Pero su mirada está vacía, parece que dentro de Ella sólo hubiera un mecanismo moviéndola, sin nada que la pudiera convertir en humana. Vuelve a girar la mirada hacia delante, como esperando poder proseguir con su camino. Vuelvo a repetir mi saludo, aún más alto. Una persona normal incluso se molestaría por el tono de mi voz. Pero no muestra ningún síntoma de haber escuchado nada. Me sitúo justo enfrente de Ella, mirando directamente los vacíos ojos verdes, y sonrío. Tiene que haber alguna forma de que responda. Nada, actúa como si fuera un fantasma.

Me doy por vencido, por ahora. Decido soltarla, y dejo que retome su habitual ruta cual autómata. Los nervios están a punto de hacerme estallar. El corazón me está destrozando el pecho de lo fuerte que late, y me cuesta respirar. Noto que los ojos empiezan a humedecerse, y es que la desesperación que sufro es difícil de explicar con palabras. Durante estas seis semanas, he tratado día tras día interactuar con Ella, la chica de la que llevo enamorado meses. Desde que apareció no he pensado en otra cosa. Pero no he sido capaz. Pensaba que estar a solas con ella sería un sueño, pero empieza a convertirse en pesadilla. Voy a dar un paseo por la playa, la cual está pegada a la Gran Avenida. A ver si así consigo aclarar alguna idea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario