miércoles, 25 de enero de 2012

Inspiración (IV) - Inspiración

Dejo a mi espalda la playa, y empiezo a recorrer una de las calles que lo único que me permite ver a los lados son edificios. Éstos no son muy altos, y dejan que el sol los bañe gracias a sus cristalinas superficies. Aun así, e igual que en la playa, se respira soledad. Ni siquiera la luz ayuda a dotar de vida esta solitaria ciudad. Y es que en Inspiración no vive nadie. Hay tiendas, pero no quien las regente. Hay casas, pero no quien las habite. Hay calles, pero no quien las transite. El único consuelo que me queda es saber que Ella está a tan solo unas calles de mí. Saber que no estoy completamente solo aquí. Aunque tal y como van las cosas, parece que me dedico a perseguir fantasmas en una ciudad fantasmal.

Nunca he recorrido toda la superficie de Inspiración. Llega un punto en el que las calles y las fachadas se repiten, por lo que supongo que sería como dar vueltas y vueltas a un cierto número de manzanas. Supongo que no era capaz de crear algo más completo, algo mejor. Y supongo también que he obviado decir algo importante: todo nació de mi mente. Probablemente por esa razón la ciudad yazca vacía de vida. Y por esa razón Ella vive en el palacete, y la playa luce tan bien, sabedora mi cabeza de mi amor por la mar. Y en este lugar llevo encerrado seis semanas. Sólo vivimos dos personas, y no me quedan más entretenimientos. Doy por hecho que hasta que no consiga hablar con la chica no conseguiré salir de aquí. Pero después de todo este tiempo, tengo miedo de volver a la realidad. Me da igual que desaparezca el palacio, la Gran Avenida, la ciudad entera, lo que me aterra es la posibilidad de que en la realidad Ella tampoco me dirija la palabra. Por eso debo por empezar a hablar aquí, para salir lo antes posible de mi mundo y comprobar que esto no es nada más que producto de mi imaginación de principio a fin. Pero todo es tan real. Y artificial al mismo tiempo. Si pudiera meter más vida en la ciudad… parece que una vez creado no hay marcha atrás. Y ahora que me pregunto, ¿cómo empezó todo?

Recuerdo el día antes de despertar aquí, encontrarme en mi casa de toda la vida, saludar a mis padres, desayunar, arreglarme y salir a comprar un par de cosas. Y entonces verla. Y salir corriendo a hablar con Ella. Pero no hablé. No hice nada. Realmente, no sé qué hice. No lo recuerdo. Después desperté aquí, supongo que como castigo por no ser capaz de articular palabra. Para ver si por fin conseguía arrancarme. Pero ahora que no tengo miedo a acercarme a Ella, no consigo que Mónica me dirija la palabra… ¡Mónica! ¡Mónica es su nombre! ¡MÓNICA!

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