jueves, 8 de abril de 2010

Episodio 6: Nunca digas nunca (III)

Tras tres días en la isla, a Óscar no le había abandonado su sensación de déjà vu que le había acompañado desde el principio del viaje. Los tres jóvenes habían aprovechado de los primeros días de la semana para descansar, y a partir del cuarto día, ese mismo jueves, empezarían a disfrutar de la vida nocturna. Por la mañana, mientras recogían las cosas para ir a la playa, Lucas tuvo una corta conversación mientras Matías volvía de su paseo mañanero, un ritual que hacía para no empezar el día con tanta energía, aunque no le servía de mucho. Lucas fue quien habló primero:

- ¿Sigues pensando en lo del avión?
- Sí tío…y hoy más que nunca, porque fue el jueves de aquella semana cuando la conocí.
- ¿En serio sigues con la chorrada de que esto es como un viaje en el tiempo?
- Si sólo hubiera pasado al principio del viaje me daría igual, pero ya llevamos tres días en los que no ha pasado nada distinto del viaje con mis padres.
- Pues vaya jóvenes de mierda, que hacemos lo mismo que nuestros padres – Esta frase provocó la risa de ambos, aunque Óscar recuperó pronto su expresión de preocupación.
- ¿Tan difícil crees que es que se repita la historia?
- Para empezar la historia ya no es igual. Vienes con tus amigos, y esta tarde nos vamos a conocer gente para poder salir a lo grande por la noche, no te olvides. No creo que ese fuera tu plan la última vez…
- ¿Y sería mucho pedir si…?
- Venga tío, no te pongas cortado conmigo que no soy la chica esa…
- ¿Sería mucho pedir si esta tarde fuéramos al café desde donde la vi aquél día?
- ¿Cómo? Y esta noche no sabremos ni dónde ni con quién salir, por mantener una locura de idea que tienes sobre una especie de brecha en el tiempo…estás colgado tío, pero si tan seguro estás no seré yo quien te deje tirado ahora. Con un poco de suerte, la chica estará allí con sus amigas y tendremos plan para hoy…pero creo que con cierta persona tendrás más problemas para conseguir arrastr…

En ese momento Matías llegó al hotel, preguntando: ¿A quién tenéis que arrastrar? – Lucas le hizo un gesto a Óscar con la cabeza para indicarle que era el momento de contárselo todo. Al principio la conversación fue medianamente bien, con el nervioso joven sin parar de interrumpir la historia, hasta que llegó la pregunta crucial. Su rubio amigo reaccionó como se esperaba:

- ¡Ah, no, no! Llevo tres días en plan viejecitos, ¡no pienso pasarme la tarde en la que vamos a conseguir el plan muerto del asco en un café rodeado de más abuelos, que al final me contagian el aburrimiento!
- Pero tío, siempre podemos salir y preguntarle a la gente… - Óscar se veía entristecido.
- ¡Que no, que a la gente hay que conocerla antes, no ir preguntando a cuatro personas que pasen de nosotros la zona por la que se sale! ¿Qué crees, que a las chicas se las conquista en una hora? ¡Hay que trabajar ya desde antes si quieres que te vaya bien!
- No seas tan egoísta, que tú siempre estás con las mismas y el pobre Óscar nunca habla del tema, podrías ceder por una puta vez. – Lucas intervino, y no con muy buen ánimo.
- ¿Egoísta yo? ¡Llevamos tres días casi sin movernos, que hasta hemos hecho lo mismo que los padres de Óscar! ¿Tú crees que ese es el modelo de viaje de amigos universitarios? ¡Venga ya!
La conversación fue cogiendo tono, pero la pelea era ya entre Matías, que seguía en sus trece, y Lucas, que se había conseguido en el escudero de un Óscar cada vez más visiblemente deprimido.

Al final éste último se dio por vencido, viendo que había provocado un serio problema entre sus amigos: ¿Sabéis qué? Que esta tarde voy a echarme novia, pero la conoceré hoy. Paso de seguir comiéndome la cabeza por esta historia, que hasta os ha hecho decir un montón de mierda que seguro que ni pensáis. Y no quiero rechistes de ninguno de los dos, me hacéis caso, y punto. – Los otros dos jóvenes se siguieron mirando mal, pero dejaron de hablar. Tras unas horas en la playa, con poco tiempo en el agua por el ambiente que reinaba en el trío, marcharon a comer, y poco después al hotel. Óscar decidió echarse una siesta, y Matías por el contrario dijo que iba a tomar el sol en la piscina, idea que tomó también Lucas. Una vez los dos chicos llegaron a la piscina, el segundo empezó la que sería una última conversación.

- Tú, personaje, me vas a escuchar y como se te ocurra abrir la boca te la lleno de agua con cloro, así que tú verás. – Matías no refutó esa amenaza por la diferencia de músculo entre ambos – Sabes cómo es Óscar, que nunca te pide nada, que nunca hace lo que él quiere si la mayoría no está de acuerdo. A mí me apetece una mierda ir esta tarde a una cafetería cuando podría estar conociendo gente con la que pasármelo de puta madre en vez de rodearme de viejos, pero si este chico está tan convencido de que puede encontrarse allí a su amiga, lo hago y me callo. Y si no aparece, que seguramente es lo que ocurra, tú también te callas y tragas, pero le das al chaval la oportunidad, y le dejas de destrozar el viaje, que las excursiones que hemos hecho hasta ahora, que sepas bocazas, que las organicé yo, así que si no te gustan lo discutes conmigo, pero ahora mismo vas a coger tu móvil, vas a llamar a Óscar antes de que se duerma, y le preguntas lo que hicieron sus padres y él a esta hora éste día, que seguro que se acuerda. Y como no lo hagas en cinco segundos, en vez de llenarte la boca de agua, te la lleno del cemento del bordillo de la piscina. Y como me digas que no me harás caso, prepárate a volver a casa esta noche, y en un helicóptero que te tenga que llevar desde el hospital. ¿Entendido? – La expresión de Lucas no dejaba opción a pensar que estuviera bromeando, por lo que Matías cogió corriendo su móvil, y marcó el número de su amigo.
- Eh… oye Óscar, que me preguntaba lo que hicísteis tú y tus padres en el viaje de la última vez… ah, pues vete bajando tío, ahora que llevamos tres días y medio iguales y falta tan poco tiempo para que pueda repetirse lo de la chica no la líes… venga corre.

Y así, sin mediar más palabra, ambos jóvenes se dejaron caer sobre sus toallas para coger más color del que ya habían conseguido en los primeros días, y a los pocos minutos llegó el tercero, que hizo lo propio. Pero esta vez, con una sonrisa permanente dibujada en la cara. Aunque sabía que no podría dormir, le esperaba una tarde demasiado larga.

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