viernes, 2 de abril de 2010

Episodio 4: Nunca digas nunca (I)

A pesar de ser tan temprano, Óscar estaba despierto y listo para tomar el avión que le llevaría lejos de la península. Hacía tres años había hecho un viaje con sus padres a Lanzarote, y quedó tan impresionado con la tranquilidad que allí se respiraba, que había decidido repetir, pero esta vez con un par de amigos. Eso sí, aunque las cosas habían cambiado mucho, prefirió repetir la compañía con la que volaría, y el hotel donde se hospedarían. Casualidad, pensaba él, que volaba a la misma hora que en la anterior ocasión.

Y es que salvo sus acompañantes, todo le resultaba como si volviera sobre sus pasos de hace tres años. El mismo amanecer rosado, aunque esta vez era prácticamente verano y la anterior prácticamente navidad. Según ocurrían las cosas, recordaba con exactitud su pasada experiencia, lo cual le llamó profundamente la atención, pero la magia es cosa de niños, ¿verdad? Los chicos charlaban sobre lo que se podrían encontrar en Lanzarote, que es a donde iban. Uno de ellos esperaba encontrar fiesta y chicas, mientras que el otro esperaba poder relajarse en la piscina del hotel y visitar la isla a fondo. Óscar mientras tanto estaba distraído recordando su viaje, hasta que uno de sus amigos le hizo una pregunta, y al ver que no contestaba le metió un empujón. ¡Óscar, baja de las nubes que ya tendrás tiempo para verlas desde el avión! - Matías le miraba sonriente. Era el más nervioso de los tres, un chico rubio, más alto que sus amigos, con una complexión delgada, y le gustaría ser el que más ligara, pero de eso se encargaba Lucas, el tercero allí presente. Lucas era a diferencia de su amigo, moreno, con una mirada profunda, y se había pasado los últimos tres años de su vida centrado en el gimnasio, más incluso que en los estudios, y había conseguido un cuerpo por el que suspiraban una buena parte de las chicas de su clase. Sin embargo, quizás por tenerlo tan fácil, nunca le habían llamado la atención en especial las chicas, aunque él ya tenía la suya, con la que estaba a punto de celebrar su primer aniversario. Matías le envidiaba, pero no hacía nada por remediarlo, y siempre que salían acababa de malas formas con Lucas, ya que conseguía sin quererlo centrar la atención de las chicas que el primero intentaba conquistar. Óscar era en este aspecto más parecido al segundo, y aunque estaba soltero no se inquietaba para nada, ya que sabía que tarde o temprano acabaría encontrando a esa chica especial que estuviera a su lado.

El sol empezaba a resultar molesto en las retinas, y lo único que podía significar era que se acercaba la hora de subir al avión. La gente empezó a arremolinarse en torno a la puerta de embarque, y los jóvenes se apresuraron para no quedarse rezagados. Ya tenían el equipaje facturado desde hacía rato, y tenían los pasajes en la mano junto con su identificación, para no tener ninguna complicación. En apenas 10 minutos estaban atravesando el túnel que les transportaba de la terminal a aquél mastodóntico transporte con alas. Tuvieron suerte y se encontraron con un avión con dos filas de tres asientos, por lo que podrían estar juntos y seguir su charla durante todo el viaje. Tras la pertinente charla de azafatas y piloto, el aparato comenzó a moverse lentamente, y fue realizando varios giros hasta disponerse en la pista correspondiente. Una vez situado, empezó su aceleración y despegó. El sol lucía en el horizonte con tanta fuerza que parecía la última vez que lo iba a hacer.

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