domingo, 4 de abril de 2010

Episodio 5: Nunca digas nunca (II)

En el aire, Óscar que viajaba pegado a la ventana volvió a aislarse de sus amigos y en general del mundo que le rodeaba. Empezó a recordar detalles de aquél viaje, detalles que pensaba, ojalá se repitieran como hasta el momento había sucedido, pero sabía que era muy complicado que ocurriera todo calcado a su anterior experiencia. Matías, que viajaba en el centro para poder mantener a los dos entretenidos durante el trayecto, volvió a empujar a Óscar: ¡Pensaba que lo de estar en las nubes en el aeropuerto era broma, vuelve! Y Óscar, le respondió con una sonrisa forzada para cuando se giró resoplar y evitar llegar a mayores tan temprano.

Transcurrida la mitad del viaje todo iba según lo planeado: sol miraran donde miraran, la tierra se había terminado y había dejado paso al inmenso océano, y Matías por suerte había sido víctima del madrugón y dormía desde hacía un rato. Entonces Lucas abrió la boca tras haberse pasado un largo rato con la mirada perdida en el pasillo del avión. 'Óscar tío, ¿qué te pasa? Te noto raro', y entonces Óscar le explicó que antes de que su nervioso amigo le devolviera a la realidad estaba recordando que en su anterior viaje había conocido a una chica, de nombre Elena, y con la que por su timidez de aquél entonces no hizo nada más que hablar un rato antes de volverse corriendo a su hotel, para después acabarse arrepintiendo, y que esperaba encontrarla en su regreso a la isla aun sabiendo que era muy complicado.

El avión por fin comenzó el aterrizaje. Matías empezó a desperezarse, algo que aunque sus amigos sabían que acabaría ocurriendo esperaban que fuera lo más tarde posible. No es que no fueran buenos amigos, es que el joven siempre se alteraba con la idea de alejarse de su ciudad. Cuando el aparato tocó tierra, Matías había vuelto a ser él mismo y sus amigos se miraban entre sí, como esperando que alguno de los dos tuviera una solución para aquél torbellino humano. Bajaron del avión e inmediatamente notaron el golpe del clima tan distinto que les esperaba allí: humedad, temperatura cálida sin llegar a ser calurosa, y el olor a mar que todo envolvía. Su equipaje por suerte salió rápido por la cinta correspondiente, y pudieron ir pronto a la compañía de alquiler de coches. Aunque la isla no es excesivamente grande, preferían tener un medio de transporte siempre disponible por si surgía algún plan o emergencia, y para no tener que depender de los autobuses para desplazarse de un punto a otro. Con un Seat Ibiza tendrían más que de sobra, aunque los equipajes abultaban bastante, pero el hecho de ir sólo tres personas les permitía usar los asientos traseros como extensión del maletero. Y en apenas diez minutos llegaron al hotel, pero por desgracia les dijeron que tendrían que esperar un par de horas hasta poder entrar en la habitación. Justo lo mismo que le ocurrió con sus padres. Y tuvo la misma idea que entonces, ir a la playa a estrenar el agua del Atlántico mientras hacían tiempo.

Volvió a caer en la cuenta de que en las primeras seis horas que ambos viajes habían tenido en común, todo se había repetido. La otra vez, en el avión fue él quien se durmió en el avión y le dio tregua a sus padres. Y su padre, al coger el coche de alquiler, se vio obligado a coger un Ibiza también, ya que todos los demás estaban cogidos en el momento. Demasiadas coincidencias pensaba, pero en seguida su mente le hacía creer que era imposible que tras tanto tiempo volviera a vivir el mismo viaje. ¿O no?

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